Edición Española
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    Adelardo López de Ayala

    El sueño

    Sueño, que lento y pesado
    mis sentidos acometes,
    y uno a uno los sometes
    a tu imperio dilatado:

    tú en prisión pones la vista
    y gusto y tacto en olvido:
    pierde el olfato la pista,
    y, aunque el último, el oído
    también cede a tu conquista

    Y así dominas el fuerte,
    y dejas de guarnición
    la eficaz respiración
    para que impida a la muerte
    quitarte su posesión.

    Ya sé que al cuerpo te agrada
    ver en nada transformado...
    ¡Y el cuerpo vil es muy dado
    a transformarse en la nada!

    Mas, cuando pones en calma
    el corpachón, que es más fuerte,
    dime, tití de la muerte:
    ¿en qué se entretiene el alma?




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