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    Antonio Machado

    Canciones a Guiomar

    I

    No sabía
    si era un limón amarillo
    lo que tu mano tenía,
    o el hilo de un claro día,
    Guiomar, en dorado ovillo.
    Tu boca me sonreía.
    Yo pregunté: ¿Qué me ofreces?
    ¿Tiempo en fruto, que tu mano
    eligió entre madureces
    de tu huerta?
    ¿Tiempo vano
    de una bella tarde yerta?
    ¿Dorada esencia encantada?
    ¿Copla en el agua dormida?
    ¿De monte en monte encendida,
    la alborada
    verdadera?
    ¿Rompe en sus turbios espejos
    amor la devanadera
    de sus crepúsculos viejos?

    II

    En un jardín te he soñado,
    alto, Guiomar sobre el río,
    jardín de un tiempo cerrado
    con verjas de hierro frío.
    Un ave insólita canta
    en el almez, dulcemente,
    junto al agua viva y santa,
    toda sed y toda fuente.
    En ese jardín, Guiomar,
    el mutuo jardín que inventan
    dos corazones al par,
    se funden y complementan
    nuestras horas. Los racimos
    de un sueño -juntos estamos-
    en limpia copa exprimimos,
    y el doble cuento olvidamos.
    (Uno: Mujer y varón,
    aunque gacela y león,
    llegan juntos a beber.
    El otro: No puede ser
    amor de tanta fortuna:
    dos soledades en una,
    ni aun de varón y mujer.)

    *

    Por ti la mar ensaya olas y espumas,
    y el iris, sobre el monte, otros colores,
    y el faisán de la aurora canto y plumas,
    y el búho de Minerva ojos mayores.
    Por ti, ¡oh Guiomar!...

    III

    Tu poeta
    piensa en ti. La lejanía
    es de limón y violeta,
    verde el campo todavía
    Conmigo vienes Guiomar;
    nos sorbe la serranía.
    De encinar en encinar
    se va fatigando el día.
    El tren devora y devora
    día y riel. La retama
    pasa en sombra; se desdora
    el oro del Guadarrama.
    Porque una diosa y su amante
    huyen juntos, jadente,
    los sigue la luna llena.
    El tren se esconde y resuena
    dentro de un monte gigante.
    Campos yermos, cielo alto.
    Tras los montes de granito
    y otros monte de basalto,
    ya es la mar y el infinito.
    Juntos vamos; libres somos.
    Aunque el Dios, como en el cuento
    fiero rey, cabalgue a lomos
    del mejor corcel del viento,
    aunque nos jure violento,
    su venganza,
    aunque ensille el pensamiento,
    libre amor, nadie lo alcanza.

    *

    Hoy te escribo en mi celda de viajero,
    a la hora de una cita imaginaria.
    Rompe el iris al aire el aguacero,
    y al monte su tristeza planetaria.
    Sol y campanas en la vieja torre.
    ¡Oh tarde viva y quieta
    que opuso al ''panta rhei'' su ''nada corre'',
    tarde niña que amaba a su poeta!
    ¡Y día adolescente
    -ojos claros y músculos morenos-,
    cuando pensaste a amor, junto a la fuente,
    besar tus labios y apresar tus senos!
    Todo a esta luz de abril se transparenta;
    todo en el hoy de ayer, el Todavía
    que en sus maduras horas
    el tiempo canta y cuenta,
    se funde en una sola melodía,
    que es un coro de tardes y de auroras.
    A ti, Guiomar, esta nostalgia mía.




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