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    Félix María Samaniego

    El león y la zorra

    Un León, en otro tiempo poderoso,
    ya viejo y achacoso,
    en vano perseguía hambriento y fiero,
    al mamón becerrito y al cordero
    que, trepando por áspera montaña,
    huían libremente de su saña.

    Afligido del hambre a par de muerte,
    discurrió su remedio de esta suerte:
    Hace correr la voz de que se hallaba
    enfermo en su palacio y deseaba
    ser de los animales visitado.

    Acudieron algunos de contado;
    mas como el grave mal que le postraba
    era un hambre voraz, tan sólo usaba
    la receta exquisita
    de engullirse al monsieur de la visita.

    Acércase la Zorra de callada,
    y a la puerta asomada,
    atisba muy despacio
    la entrada de aquel cóncavo palacio.

    El León la divisa, y al momento
    le dice: " ¡Ven acá, pues que me siento
    en el último instante de mi vida!
    Visítame como otros, mi querida. "

    " ¿Cómo otros? ¡Ah, señor; he conocido
    que entraron, sí, pero que no han salido!
    ¡Mirad, mirad la huella!
    ¡Bien claro lo dice ella,
    y no es bueno el entrar do no se sale! "

    La prudente cautela mucho vale.




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