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    Garcilaso de la Vega

    La Con un manso ruido

    Con un manso ruido
    de agua corriente y clara
    cerca el Danubio una isla que pudiera
    ser lugar escogido
    para que descansara
    quien, como yo estó agora, no estuviera;
    do siempre primavera
    parece en la verdura
    sembrada de las flores;
    hacen los ruiseñores
    renovar el placer o la tristura
    con sus blandas querellas,
    que nunca, día ni noche, cesan dellas,

    Aquí estuve yo puesto,
    o por mejor decillo,
    preso y forzado y solo en tierra ajena;
    bien pueden hacer esto
    en quien puede sufrillo
    y en quien él a sí mismo se condena.
    Tengo sola una pena,
    si muero desterrado
    y en tanta desventura:
    que piensen por ventura
    que juntos tantos males me han llevado,
    y sé yo bien que muero
    por solo aquello que morir espero.

    El cuerpo está en poder
    y en mano de quien puede
    hacer a su placer lo que quisiere,
    mas no podrá hacer
    que mal librado quede
    mientras de mí otra prenda no tuviere;
    Cuando ya el mal viniere
    y la postrera suerte,
    aquí me ha de hallar
    en el mismo lugar,
    que otra cosa más dura que la muerte
    me halla y me ha hallado,
    y esto sabe muy bien quien lo ha probado.

    No es necesario agora
    hablar más sin provecho,
    que es mi necesidad muy apretada,
    pues ha sido en una hora
    todo aquello deshecho
    en que toda mi vida fue gastada.
    Y al fin de tal jornada
    presumen espantarme
    Sepan que ya no puedo
    morir sino sin miedo,
    que aun nunca qué temer quiso dejarme
    la desventura mía,
    que el bien y el miedo me quitó en un día.

    Danubio, río divino,
    que por fieras naciones
    vas con tus claras ondas discurriendo,
    pues no hay otro camino
    por donde mis razones
    vayan fuera de aquí sino corriendo
    por tus aguas y siendo
    en ellas anegadas,
    si en tierra tan ajena,
    en la desierta arena,
    de alguno fueren a la fin halladas,
    entiérrelas siquiera
    porque su error se acabe en tu ribera.

    Aunque en el agua mueras,
    Canción, no has de quejarte,
    que yo he mirado bien lo que te toca;
    Menos vida tuvieras
    si hubiera de igualarte
    con otras que se me han muerto en la boca,
    Quién tiene culpa en esto,
    allá lo entenderás de mí muy presto.




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