Edición Española
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    Juan de la Cruz

    Super flumina Babylonis

    Encima de las corrientes
    que en Babilonia hallaba,
    allí me senté llorando,
    allí la tierra regaba,

    acordándome de ti,
    ¡Oh Sión!, a quien amaba.
    Era dulce tu memoria,
    y con ella más lloraba.
    Dejé los trajes de fiesta,

    los de trabajo tomaba,
    y colgué en los verdes sauces
    la música que llevaba,
    poniéndola en esperanza
    de aquello que en ti esperaba.

    Allí me hirió el amor,
    y el corazón me sacaba.
    Díjele que me matase,
    pues de tal suerte llagaba;
    yo me metía en su fuego,

    sabiendo que me abrasaba,
    disculpando al avecica
    que en el fuego se acababa.
    Estábame en mí muriendo,
    y en ti sólo respiraba,

    en mí por ti me moría,
    y por ti resucitaba,
    que la memoria de ti
    daba vida y la quitaba.
    Gozábanse los extraños

    entre quien cautivo estaba;
    preguntábanme cantares
    de lo que en Sión cantaba:
    Canta de Sión un himno,
    veamos cómo sonaba.

    Decid, ¿cómo en tierra ajena
    donde por Sión lloraba,
    cantaré yo la alegría
    que en Sión se me quedaba?
    Echaríala en olvido

    si en la ajena me gozaba.
    Con mi paladar se junte
    la lengua con que hablaba,
    si de ti yo me olvidare,
    en la tierra do moraba.

    ¡Sión, por los verdes ramos
    que Babilonia me daba,
    de mí se olvide mi diestra,
    que es lo que en ti más amaba,
    si de ti no me acordare,

    en lo que más me gozaba,
    y si yo tuviere fiesta
    y sin ti la festejaba!
    ¡Oh hija de Babilonia,
    mísera y desventurada!

    Bienaventurado era
    aquél en quien confiaba,
    que te ha de dar el castigo
    que de tu mano llevaba,
    y juntará sus pequeños,

    y a mí, porque en ti lloraba,
    a la piedra, que era Cristo,
    por el cual yo te dejaba.




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