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    Juan Meléndez Valdés

    El propósito inútil

    Tiempo, adorada, fue cuando abrasado
    al fuego de tus lumbres celestiales,
    osé mi honesta fe, mis dulces males
    cantar sin miedo en verso regalado...

    ¡Qué de veces en lágrimas bañado
    me halló el alba besando tus umbrales,
    o la lóbrega noche, siempre iguales
    mi ciego anhelo y tu desdén helado!

    Pasó aquel tiempo, mas la viva llama
    de mi fiel pecho inextinguible dura,
    y hablar no puedo aunque morir me veo.

    Huyo, y muy más mi corazón se inflama;
    juro olvidarte y crece mi ternura,
    y siempre a la razón vence el deseo.




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