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    Miguel Hernández Gilabert

    Rosario, dinamitera

    Rosario, dinamitera,
    sobre tu mano bonita
    celaba la dinamita
    sus atributos de fiera.
    Nadie al mirarla creyera
    que había en su corazón
    una desesperación,
    de cristales, de metralla
    ansiosa de una batalla,
    sedienta de una explosión.

    Era tu mano derecha,
    capaz de fundir leones,
    la flor de las municiones
    y el anhelo de la mecha.
    Rosario, buena cosecha,
    alta como un campanario
    sembrabas al adversario
    de dinamita furiosa
    y era tu mano una rosa
    enfurecida, Rosario.

    Buitrago ha sido testigo
    de la condición de rayo
    de las hazañas que callo
    y de la mano que digo.
    ¡Bien conoció el enemigo
    la mano de esta doncella,
    que hoy no es mano porque de ella,
    que ni un solo dedo agita,
    se prendó la dinamita
    y la convirtió en estrella!

    Rosario, dinamitera,
    puedes ser varón y eres
    la nata de las mujeres,
    la espuma de la trinchera.
    Digna como una bandera
    de triunfos y resplandores,
    dinamiteros pastores,
    vedla agitando su aliento
    y dad las bombas al viento
    del alma de los traidores.




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