Edición Española
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    Tomás de Iriarte

    El ricote erudito

    Hubo un rico en Madrid (y aun dicen que era
    más necio que rico),
    cuya casa magnífica adornaban
    muebles exquisitos

    «¡Lástima que en vivienda tan preciosa»,
    le dijo un amigo,
    «falte una librería!, bello adorno,
    útil y preciso.»

    Cierto», responde el otro. «Que esa idea
    no me haya ocurrido!...
    A tiempo estamos. El salón del Norte
    a este fin destino.

    Que venga el ebanista y haga estantes
    capaces, pulidos,
    a toda costa. Luego trataremos
    de comprar los libros.

    Ya tenernos estantes. Pues, ahora»,
    el buen hombre dijo,
    «¡echarme yo a buscar doce mil tomos!
    ¡No es mal ejercicio!

    Perderé la chaveta, saldrán caros,
    y es obra de un siglo...
    Pero ¿no era mejor ponerlos todos
    de cartón fingidos?

    Ya se ve: ¿por qué no? Para estos casos
    tengo yo un pintorcillo
    que escriba buenos rótulos e imite
    pasta y pergamino.

    Manos a la labor.» Libros curiosos
    modernos y antiguos
    mandó pintar, y a más de los impresos,
    varios manuscritos.

    El bendito señor repasó tanto
    sus tomos postizos
    que, aprendiendo los rótulos de muchos,
    se creyó erudito.

    Pues ¿qué mas quieren los que sólo estudian
    títulos de libros,
    si con fingirlos de cartón pintado
    les sirven lo mismo?




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