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    Vicente Wenceslao Querol

    Al Polo

    La nave que deja el puerto,
    ¿sabe a qué azares se lanza?
    ¿Conoce el hombre el incierto
    camino de la esperanza?

    Del Norte el pálido astro
    sigue en su rumbo el marino,
    y el hombre el pálido rastro
    de la estrella del destino.

    La nave camina a solas
    cuando el sol rompe las brumas,
    entre las azules olas
    y entre las blancas espumas.

    Con las pasiones en calma
    y ante horizontes risueños,
    despierta a la vida el alma
    tras los infantiles sueños.

    La nave deja los climas
    donde soplan vientos leves,
    y ve de lejos las cimas
    de las congeladas nieves.

    Nuestra juventud declina,
    cual sol de marchitas lumbres,
    cuando la edad se avecina
    hacia las áridas cumbres.

    Y siempre obstáculos halla
    nuestro infatigable anhelo,
    como esa nave que encalla
    en los témpanos de hielo.

    Nuestro espíritu angustiado
    nublan las dudas tan sólo,
    como a ese buque han nublado
    las largas noches del polo.

    Las ilusiones amadas,
    las esperanzas altivas
    huyen, como esas bandadas
    de las aves fugitivas.

    No es fin de nuestros desmayos
    dar breve tregua a los males;
    no anuncian del sol los rayos
    las auroras boreales.

    Como esa barca remotas
    playas ignoradas busca,
    afán de cosas ignotas
    nuestro pensamiento ofusca.

    Hasta que la edad arranca
    del alma la ilusión bella,
    y, como al buque, en la banca
    de lo imposible la estrella.

    Rompióse la nave fuerte
    y entre las corrientes vaga;
    así en el mar de la suerte
    nuestra existencia naufraga.

    Y en tanto, ignorado y solo,
    cubierto en perpetuo invierno,
    se oculta lejano el polo
    inexplorado y eterno.




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