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    Alberto Lista

    La envidia

    Dulce es a la codicia cuanto alcanza
    doblar el oro inútil, que ha escondido;
    sin tener otro afán, ni por sentido,
    meditar ya el placer, ya la esperanza.

    Dulce es también a la feroz venganza,
    que no obedece al tiempo ni al olvido,
    los sedientos rencores que ha sufrido
    apagar entre el fuego y la matanza.

    A un bien aspira todo vicio humano;
    teñida en sangre, la ambición impía
    sueña en el mando y el laurel glorioso.

    Sola tú, envidia horrenda, monstruo insano,
    ni conoces ni esperas la alegría;
    que ¿dónde irás que no haya un venturoso?




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