Edición Española
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    Antonio Machado

    Parergon

    Al gigante ibérico Miguel de Unamuno, por quien la España actual alcanza proceridad en el mundo.

    Los ojos

    I

    Cuando murió su amada
    pensó en hacerse viejo
    en la mansión cerrada,
    solo, con su memoria y el espejo
    donde ella se miraba un claro día.
    Como el oro en el arca del avaro,
    pensó que no guardaría
    todo un ayer en el espejo claro.
    Ya el tiempo para él no correría.

    II

    Mas, pasado el primer aniversario,
    ¿Cómo eran —preguntó—, pardos o negros,
    sus ojos? ¿Glaucos?... ¿Grises?
    ¿Cómo eran, ¡Santo Dios!, que no recuerdo?...

    III

    Salió a la calle un día
    de primavera, y paseó en silencio
    su doble luto, el corazón cerrado...
    De una ventana en el sombrío hueco
    vio unos ojos brillar. Bajó los suyos
    y siguió su camino... ¡Como ésos!




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