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    Félix Lope de Vega y Carpio

    Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo

    Mándanme, ingenios nobles, flor de España,
    que en esta junta y Academia insigne,
    en breve tiempo excederéis no sólo
    a las de Italia, que envidiando a Grecia,
    ilustró Cicerón del mismo nombre,
    junto al Averno lago, sino Atenas,
    adonde en su platónico Liceo,
    se vio tan alta junta de filósofos,
    que un arte de comedias os escriba
    que al estilo del vulgo se reciba.
    Fácil parece este sujeto, y fácil
    fuera para cualquiera de vosotros
    que ha escrito menos de ellas, y más sabe
    del arte de escribirlas y de todo,
    que lo que a mí me daña en esta parte
    es haberlas escrito sin el arte.
    No porque yo ignorase los preceptos,
    gracias a Dios, que ya tirón gramático
    pasé los libros que trataban de esto
    antes que hubiese visto al sol diez veces
    discurrir desde el Aries a los Peces.
    Mas porque en fin, hallé que las comedias
    estaban en España en aquel tiempo,
    no como sus primeros inventores
    pensaron que en el mundo se escribieran,
    mas como las trataron muchos bárbaros
    que enseñaron el vulgo a sus rudezas.
    Y así introdujeron de tal modo
    que quien con arte agora las escribe
    muere sin fama y galardón, que puede
    entre los que carecen de su lumbre
    mas que razón y fuerza la costumbre.
    Verdad es que yo he escrito algunas veces
    siguiendo el arte que conocen pocos,
    mas luego que salir por otra parte
    veo los monstruos de apariencias llenos
    adonde acude el vulgo y las mujeres
    que este triste ejercicio canonizan,
    a aquel hábito bárbaro me vuelvo,
    y cuando he de escribir una comedia,
    encierro los preceptos con seis llaves,
    saco a Terencio y Plauto de mi estudio
    para que no me den voces, que suele
    dar gritos la verdad en libros mudos,
    y escribo por el arte que inventaron
    los que el vulgar aplauso pretendieron
    porque como las paga el vulgo, es justo
    hablarle en necio para darle gusto.
    Ya tiene la comedia verdadera
    su fin propuesto como todo género
    de poema o poesis, y este ha sido
    imitar las acciones de los hombres,
    y pintar de aquel siglo las costumbres:
    También cualquiera imitación poética
    se hace de tres cosas, que son, plática,
    verso dulce, armonía y la música,
    que en esto fue común con la tragedia,
    sólo diferenciándola en que trata
    las acciones humildes y plebeyas,
    y la tragedia las reales y altas.
    Mirad si hay en las nuestras pocas faltas.
    Acto fueron llamadas, porque imitan
    las vulgares acciones y negocios,
    Lope de Rueda fue en España ejemplo
    de estos preceptos y hoy se ven impresas
    sus comedias de prosa tan vulgares
    que introduce mecánicos oficios,
    y el amor de una hija de un herrero,
    de donde se ha quedado la costumbre
    de llamar entremeses las comedias
    antiguas, donde está en su fuerza el arte
    siendo una acción, y entre plebeya gente,
    porque entremés de rey jamás se ha visto,
    y aquí se ve que el arte por bajeza
    de estilo vino a estar en tal desprecio,
    y el rey en la comedia para el necio.
    Aristóteles pinta en su Poética
    (puesto que escuramente su principio)
    la contienda de Atenas, y Megara
    sobre cuál de ellos fue inventor primero
    los megarenses dicen que Epicarmo,
    aunque Atenas quisiera que Magnetes,
    Elio Donato dice que tuvieron
    principio en los antiguos sacrificios;
    da por autor de la tragedia Tespis,
    siguiendo a Horacio que lo mismo afirma,
    como de las comedias a Aristófanes,
    Homero a imitación de la Comedia
    la Odiséa compuso, mas la Ilíada
    de la tragedia fue famoso ejemplo,
    a cuya imitación llamé epopeya
    a mi Jerusalén y añadí
    trágica
    y así a su Infierno, Purgatorio y Cielo
    del célebre poeta Dante Aligero
    llaman Comedia todos comunmente
    y el Maneto en su prólogo lo siente.
    Ya todos saben qué silencio tuvo
    por sospechosa un tiempo la comedia,
    y que de allí nació también la sátira
    que siendo más crüel cesó más presto,
    y dio licencia a la comedia nueva.
    Los coros fueron los primeros luego
    de las figuras se introdujo el número,
    pero Menandro a quién siguió Terencio
    por enfadosos despreció los coros.
    Terencio fue más visto en los preceptos,
    pues que jamás alzó el estilo cómico
    a la grandeza trágica, que tantos
    reprehendieron por vicioso en Plauto
    porque en esto Terencio fue más cauto.
    Por argumento, la tragedia tiene
    la historia y la comedia el fingimiento,
    por esto fue llamada planipedia
    del argumento humilde pues la hacía
    sin coturno y teatro el recitante.
    Hubo comedias paliatas, mimos,
    togatas, atelanas, tabernarias,
    que también eran como agora varias.
    Con ática elegancia los de Atenas
    reprehendían vicios y costumbres
    con las comedias y a los dos autores
    del verso, y de la acción daban sus premios.
    Por eso Tulio las llamaba espejo
    de las costumbres, y una viva imagen
    de la verdad, altísimo atributo,
    en que corre parejas con la historia;
    mirad si es digna de corona y gloria.
    Pero ya me parece estáis diciendo,
    que es traducir los libros y cansaros
    pintaros esta máquina confusa.
    Creed que ha sido fuerza que os trujese
    a la memoria algunas cosas de éstas,
    porque veáis que me pedís que escriba
    arte de hacer comedias en España
    donde cuánto se escribe es contra el arte;
    y que decir como serán agora
    contra el antiguo y qué en razón se funda
    es pedir parecer a mi experiencia,
    no al arte porque el arte verdad dice
    que el ignorante vulgo contradice.
    Si pedís arte, yo os suplico, ingenios,
    que leáis al doctísimo Utinense
    Robortelo, y veréis sobre Aristóteles
    ya parte en lo que escribe de comedia
    cuánto por muchos libros hay difuso,
    que todo lo de agora está confuso,
    Si pedís parecer de las que agora
    están en posesión, y que es forzoso
    que el vulgo con sus leyes establezca
    la vil quimera deste monstruo coacute;mico,
    diré [el] que tengo, y perdonad, pues debo
    obedecer a quién mandarme puede,
    que dorando el error del vulgo quiero
    deciros de qué modo las querría,
    ya que seguir el arte no hay remedio
    en estos dos extremos dando un medio.
    Elíjase el sujeto y no se mire,
    (perdonen los preceptos) si es de reyes
    aunque por esto entiendo que el prudente
    Felipe, rey de España y señor nuestro,
    en viendo un rey, en ella[s] se enfadaba,
    o fuese el ver que al arte contradice,
    o que la autoridad real no debe
    andar fingida entre la humilde plebe.
    Esto es volver a la comedia antigua
    donde vemos que Plauto puso dioses
    como en su Anfitrión lo muestra Jupiter.
    Sabe Dios que me pesa de aprobarlo,
    porque Plutarco hablando de Menandro
    no siente bien de la comedia antigua,
    mas pues del arte vamos tan remotos
    y en España le hacemos mil agravios;
    cierren los doctos esta vez los labios.
    Lo trágico y lo cómico mezclado,
    y Terencio con Séneca, aunque sea
    como otro Minotauro de Pasife
    harán grave una parte, otra ridícula,
    que aquesta variedad deleita mucho.
    Buen ejemplo nos da naturaleza,
    que por tal variedad tiene belleza.
    Adviértase que sólo este sujeto
    tenga una acción, mirando que la fábula
    de ninguna manera sea episódica,
    quiero decir inserta de otras cosas,
    que del primero intento se desvíen,
    ni que de ella se pueda quitar miembro
    que del contexto no derriba el todo.
    No hay que advertir que pase en el período
    de un sol, aunque es consejo de Aristóteles
    porque ya le perdimos el respeto,
    cuando mezclamos la sentencia trágica
    a la humildad de la bajeza cómica.
    Pase en el menos tiempo que ser pueda,
    si no es cuando el poeta escriba historia
    en que hayan de pasar algunos años,
    que estos podrá poner en las distancias
    de los dos actos, o si fuere fuerza
    hacer algún camino una figura,
    cosa que tanto ofende quien lo entiende,
    pero no vaya a verlas quien se ofende.
    ¡O, cuántos de este tiempo se hace cruces
    de ver que han de pasar años en cosa
    que un día artificial tuvo de término!
    Que aun no quisieron darle el Matemático;
    porque, considerando que la cólera
    de un español sentado no se templa
    si no le representan en dos horas,
    hasta el final jüicio desde el Génesis,
    yo hallo que si allí se ha de dar gusto,
    con lo que se consigue es lo más justo.
    El sujeto elegido escriba en prosa
    y en tres actos de tiempo le reparta
    procurando si puede en cada uno
    no interrumpir el término del día.
    El Capitán Virués, insigne ingenio,
    puso en tres actos la comedia, que antes
    andaba en cuatro, como pies de niño
    que eran entonces niñas las comedias.
    Y yo las escribí de once y doce años
    de a cuatro actos y de a cuatro pliegos
    porque cada acto un pliego contenía.
    Y era que entonces en las tres distancias
    se hacían tres pequeños entremeses,
    y agora apenas uno, y luego un baile,
    aunque el baile le es tanto en la comedia
    que le aprueba Aristóteles, y tratan
    Ateneo Platón, y Xenofonte
    puesto que reprehende el deshonesto;
    y por esto se enfada de Calípides,
    con que parece imita el coro antiguo.
    Dividido en dos partes el asunto,
    ponga la conexión desde el principio
    hasta que va ya declinando el paso;
    pero la solución no la permita
    hasta que llegue a la postrera escena;
    porque en sabiendo el vulgo el fin que tiene,
    vuelve el rostro a la puerta y las espaldas
    al que esperó tres horas cara a cara;
    que no hay más que saber que en lo que para.
    Quede muy pocas veces el teatro
    sin persona que hable, porque el vulgo
    en aquellas distancias se inquieta,
    y gran rato la fábula se alarga;
    que, fuera de ser esto un grande vicio,
    aumenta mayor gracia y artificio.
    Comience pues y con lenguaje casto;
    no gaste pensamientos ni conceptos
    en las cosas domésticas, que sólo
    ha de imitar de dos o tres la plática;
    mas cuando la persona que introduce
    persüade, aconseja, o disüade,
    allí ha de haber sentencias y conceptos,
    porque se imita la verdad sin duda,
    pues habla un hombre en diferente estilo
    del que tiene vulgar cuando aconseja,
    persüade o aparta alguna cosa.
    Diónos ejemplo Arístides retórico,
    porque quiere que el cómico lenguaje
    sea puro, claro, fácil, y aún añade
    que se tome del uso de la gente,
    haciendo diferencia al que el político;
    porque serán entonces las dicciones
    espléndidas, sonoras y adornadas.
    No trai[g]a la escritura, ni el lenguaje
    ofenda con vocablos exquisitos,
    porque si ha de imitar a los que hablan,
    no ha de ser por pancayas, por metauros,
    hipogrifos, semones y centauros.
    Si hablare el rey, imite cuanto pueda
    la gravedad real; si el viejo hablare
    procure una modestia sentenciosa;
    describa los amantes con afectos
    que muevan con extremo a quien escucha;
    los [soliloquios] pinte de manera
    que se transforme todo el recitante,
    y con mudarse a sí, mude al oyente.
    Pregúntese y respóndase a sí mismo,
    y si formare quejas, siempre guarde
    el divino decoro a las mujeres.
    Las damas no desdigan de su nombre.
    Y si mudaren traje, sea de modo
    que pueda perdonarse, porque suele
    el disfraz varonil agradar mucho.
    Guárdese de imposibles, porque es máxima
    que sólo ha de imitar lo verosímil.
    El lacayo no trate cosas altas,
    ni diga los conceptos que hemos visto
    en algunas comedias extranjeras;
    y, de ninguna suerte, la figura
    se contradiga en lo que tiene dicho.
    Quiero decir, se olvide, como en Sófocles
    se reprehende no acordarse Édipo
    del haber muerto por su mano a Layo.
    Remátense las escenas con sentencia,
    con donaire, con versos elegantes,
    de suerte que al entrarse el que recita
    no deje con disgusto el auditorio.
    En el acto primero ponga el caso,
    en el segundo enlace los sucesos
    de suerte que hasta el medio del tercero
    apenas juzgue nadie en lo que para.
    Engañe siempre el gusto, y donde vea
    que se deja entender alguna cosa
    de muy lejos de aquello que promete.
    Acomode los versos con prudencia
    a los sujetos de que va tratando.
    Las décimas son buenas para quejas;
    el soneto está bien en los que aguardan;
    las relaciones piden los romances,
    aunque en octavas lucen por extremo.
    Son los tercetos para cosas graves,
    y para las de amor, las redondillas.
    Las figuras retóricas importan
    como repetición, o anadiplosis,
    y en el principio de los mismos versos,
    aquellas relaciones de la anáfora,
    las ironías, y adubitaciones,
    apóstrofes también y exclamaciones.
    El engañar con la verdad es cosa
    que ha parecido bien, como [lo] usaba
    en todas sus comedias Miguel Sánchez,
    digno por la invención de esta memoria.
    Siempre el hablar equívoco ha tenido
    y aquella incertidumbre anfibológica
    gran lugar en el vulgo, porque piensa
    que él sólo entiende lo que el otro dice.
    Los casos de la honra son mejores,
    porque mueven con fuerza a toda gente,
    con ellos las acciones virtüosas,
    que la virtud es dondequiera amada;
    pues que vemos, si acaso un recitante
    hace un traidor, es tan odioso a todos
    que lo que va a comprar no se lo vende,
    y huye el vulgo de él cuando le encuentra.
    Y si es leal, le prestan y convidan,
    y hasta los principales le honran y aman,
    le buscan, le regalan y le aclaman.
    Tenga cada acto cuatro pliegos solos,
    que doce están medidos con el tiempo,
    y la paciencia de él que está escuchando.
    En la parte satírica no sea
    claro ni descubierto, pues que sabe,
    que por ley se vedaron las comedias
    por esta causa en Grecia y en Italia.
    Pique sin odio, que si acaso infama,
    ni espere aplauso ni pretenda fama.
    Éstos podéis tener por aforismos,
    los que del arte no tratáis antiguo
    que no da más lugar agora el tiempo;
    pues lo que les compete a los tres géneros
    del aparato que Vitrubio dice,
    toca al autor como Valerio Máximo
    Pedro Crinito, Horacio en sus Epístolas,
    y otros los pintan con sus lienzos y árboles,
    cabañas, casas y fingidos mármoles.
    Los trajes nos dijera Julio Póllux,
    si fuera necesario, que en España
    es de las cosas bárbaras que tiene
    la comedia presente recibidas,
    sacar un turco un cuello de cristiano,
    y calzas atacadas un romano.
    Mas ninguno de todos llamar puedo
    más bárbaro que yo, pues contra el arte
    me atrevo a dar preceptos, y me dejo
    lle[v]ar de la vulgar corriente adonde
    me llamen ignorante Italia, y Francia.
    Pero, ¿qué puedo hacer si tengo escritas
    con una que he acabado esta semana
    cuatrocientas y ochenta y tres comedias?
    Porque fuera de seis, las demás todas
    pecaron contra el arte gravemente.
    Sustento en fin lo que escribí, y conozco
    que aunque fueran mejor de otra manera,
    no tuvieran el gusto que han tenido
    porque a veces lo que es contra lo justo
    por la misma razón deleita el gusto.
    Humana cur sit speculum comedia vitae
    qua ve ferat juveni, commoda quae ve seni
    quid praeter lepidosque sales, excultaque verba
    et genus eloqui ipurius inde petas
    quae gravia in mediis ocurrant lusibus, et quam
    jucundis passim seria mixta iocis,
    quam sint fallaces servi, quam improba semper
    fraudeque et omni genis foemina plena dolis
    quam miser infelix stultus, et ineptus amator
    quam vix succedant quae bene coepta putes.
    Oye atento, [y] del arte no disputes,
    que en la comedia se hallará de modo
    que oyéndola se pueda saber todo.


    FIN




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