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    José Antonio Porcel

    Acteón y Diana

    Aquella que nos informa,
    que aunque tres formas vistió,
    no querrá un hombre, y que no
    será de ninguna forma;

    pues si bien Plutón de un cuerno
    la llevó por su querida,
    de estos casados la vida
    vino a ser luego un infierno;

    con quien de amoroso empeño
    no hay quien acordarse cuente,
    y aun Endimión solamente
    se acuerda como por sueño;

    hija de Jove (un borracho)
    y Latona, que parió una
    muchacha como una luna,
    y como un sol un muchacho;

    fatigada ésta del uso
    de las flechas un verano,
    pues siendo menor su hermano,
    a abochornarla se puso,

    viendo entre unas espesuras
    que un mudo remanso había,
    tan claro, que le decía
    a cualquiera dos frescuras,

    dijo:«En bañarme convengo;
    ninfas, presto, a desnudarme,
    que, aunque casta, he de limpiarme,
    pues soy leona y manchas tengo.»

    Desnudas todas, se fragua
    el baño, y aunque temían
    si desnudas las verían,
    echaron el pecho al agua.

    Y cuando en las aguas mudas
    las faltas que desmentían
    vestidas, las descubrían
    como verdades desnudas,

    Acteón, hijo de Aristeo
    y Autónoe, llegó cazando
    a la fuente, adivinando
    que allí habría un buen ojeo.

    Aquí fue la fiesta brava,
    aquí el chillar, y agua echarle,
    pero el gato, al zapearle,
    a la carne se acercaba.

    «Vanos son esos trabajos,
    ninfas», dice; «no gritéis,
    ni vuestros tiples me alcéis,
    que yo busco vuestros bajos.

    »Mi brazo es de todas mangas,
    por feas no os aflijáis,
    que yo, porque lo sepáis,
    también suelo cazar gangas.

    »Porque vea, no hayas pena,
    Diana, tus cuartos menguantes,
    que mis cuartos son bastantes
    para hacerte luna llena.

    »Que seas casta no contrasta
    lo que a tu honor es debido,
    porque lo que yo te pido
    cosa es que te deja casta.»

    Diana con ojos severos
    dice: «No te gloriarás,
    pues si en carnes visto me has,
    yo haré te vean en cueros.»

    «Y pues de verme los yerros
    te tengo de castigar,
    eso que me quieres dar
    guárdalo para los perros»,

    dijo, y cornudo venado
    lo hizo; pero, si hacer pudo
    la que dio en casta un cornudo,
    ¿qué no hará la que no ha dado?

    Huyendo, pues, por los cerros
    sus perros, que lo encontraron,
    fieles lo despedazaron,
    con que murió dado a perros.

    Para cofres recogieron
    el cuero, y a la cabeza
    enterrada esta simpleza
    o esta discreción pusieron:

    «Hombres bobos, que al ver una hermosura,
    le entregáis las potencias y sentidos,
    y aun poseéis las dichas, entendidos
    estad en que la dicha no es segura.

    »Acteón escarmientos os procura;
    que a una casta deidad (si ennoblecidos
    deben los riesgos ser apetecidos)
    dio un sentido, y ya llora su locura.

    »Sólo en la vista tuvo su delicia,
    y se vio, cual lo ves, muerto, deshecho,
    bruto y con astas; pero no lo dudo,

    »pues cualquiera mujer que se codicia
    (sea la mejor), lo deja a un hombre hecho
    un pobre, un bruto, y lo peor, cornudo.»




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