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    José Marchena

    La ausencia

    De la eterna manida del lamento
    pálidos habitantes, malhadados
    reinos a do jamás cupo el contento,

    no; jamás vuestros dioses enojados
    tormentos inventaron que igualasen
    la ausencia a que me fuerzan ¡ay! los hados.

    No plugo al crudo cielo que bañasen
    de Adur las ondas mis cenizas hiertas
    y plácidos mis manes reposasen.

    Yace aquí un amador, yacen sus muertas
    esperanzas, el túmulo diría,
    su fe constante, y sus finezas ciertas.

    Tal vez sobre mi tumba lloraría
    ceñido de ciprés un fiel amante
    de su ingrata señora la falsía.

    Mi sombra en torno del sepulcro errante
    sus lloros enjugara, y su quebranto
    compadeciera, y su penar constante.

    Bella Minerva Aglae, de tu llanto
    una lágrima acaso regaría
    los huesos de quien vivo te amó tanto.

    ¡Oh, cuál de tu dolor ufana iría
    mi alma a morar en los Elisios prados,
    y mi ventura alegre cantaría!

    Jamás del dulce Orfeo los acordados
    tonos con mis canciones se igualaran;
    y fueran otra vez embelesados

    del Tártaro los monstruos, y cesaran
    las ondas del Leteo su corriente,
    y las tremendas Furias se aplacaran.

    Mas ¡ay! de ti, mi dulce bien, ausente,
    ronca suena mi lira, y triste lloro
    vierten mis ojos hechos larga fuente.

    Estos mis cantos son: Minerva adoro;
    ¿dó estás, Minerva Aglae? ¿no me entiendes?
    Sólo se escucha el murmurar sonoro

    del Sena, y mis sollozos; ¿y no atiendes,
    ingrata, a mi dolor? ¿Y yo ando en vano?
    ¿Y tú mi fuego más y más enciendes?

    En esto que de ti me hallo lejano,
    Eco responde solo a mis querellas;
    yo en llanto amargo me deshago insano.

    ¿Por qué la Fama, di, pregona bellas
    de este Sena las Ninfas tan preciadas?
    ¿Junto a Minerva Aglae qué son ellas?

    De su hermosura así son eclipsadas,
    como del alma Venus la belleza
    sus émulas confunde despechadas.

    El duro Amor ceñido de crueza
    la sigue a todas partes; con halagos
    el falso va escondiendo su fiereza.

    ¡Guarte, mortales tristes! ¡Qué de estragos!
    ¡Cuántos de letal flecha son heridos!
    ¡Qué días les prepara Amor aciagos!

    Llévate ¡oh deidad cruda! tus mentidos
    favores, y tus glorias lisonjeras,
    y tórname mis bienes ¡ay! perdidos;
    ¡Ay! tórname mi alma y paz primeras.




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