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    Juan de Moncayo

    A una dama muerta

    Muerta la vida y vivo el escarmiento,
    luz sin luz, entre horrores eclipsada,
    el más tirano triunfo de la nada
    y del cielo el más justo sentimiento,

    el sol, que al soplo frágil de un aliento
    mostró toda su pompa deshojada,
    beldad del mayo, en polvo desatada,
    de la muerte el despojo más violento

    es hoy tu efigie al orbe peregrina,
    donde se ven destrozos de cristales
    que anuncian de bellezas la rüina.

    Voz muda que, en extremos desiguales,
    a los rigores de la parca inclina
    el milagro mayor de los mortales.




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