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    Juan Eugenio Hartzenbusch

    La verdad sospechosa

    Llevaban a enterrar dos granaderos
    al soldado andaluz Fermín Trigueros,
    embrollón sin igual, que de un balazo
    cayó sin menear ni pie ni brazo.
    -¡Hola, sepultureros!
    (les dijo un oficial), ¿murió ese tuno?
    -Murió, (contesta, de los dos, el uno).
    Aquí Trigueros en su acuerdo torna,
    y oyendo la expresión, dice con sorna:
    Lo que es por la presente,
    me figuro que vivo, mi teniente.
    A lo cual replicó su camarada:
    No dé usted a Fermín crédito en nada.
    Siempre embustero fue: su fin es cierto;
    pero aún miente el bribón después de muerto.


    Quien falte a la verdad, con eso cuente:
    dirá que hay Dios, y le dirán que miente.




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