Edición Española
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    Juan Meléndez Valdés

    El despecho

    Los ojos tristes de llorar cansados,
    alzando el cielo, su clemencia imploro;
    mas vuelven luego al encendido lloro,
    que el grave peso no los sufre alzados;

    mil dolorosos ayes desdeñados
    son, ¡ay!, trasunto de la luz que adoro;
    y ni me alivia el día, ni mejoro
    con la callada noche mis cuidados.

    Huyo a la soledad y va conmigo
    oculto el mal, y nada me recrea;
    en la ciudad en lágrimas me anego;

    aborrezco mi ser, y aunque maldigo
    la vida, temo que la muerte aún sea
    remedio débil para tanto fuego.




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