Edición Española
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    Juan Meléndez Valdés

    El ruego encarecido

    Deja ya la cabaña, mi pastora;
    déjala, mi regalo y gloria mía;
    ven, que ya en el oriente raya el día,
    y el sol las cumbres de los montes dora.

    Ven, y al humilde pecho que te adora,
    torna con tu presencia la alegría.
    ¡Ay!, que tardas, y el alma desconfía;
    ¡ay!, ven, y alivia mi pesar, señora.

    Tejida una guirnalda de mil flores
    y una fragante delicada rosa
    te tengo, Filis, ya para en llegando.

    Darételas cantando mil amores,
    darételas, mi bien; y tú amorosa
    un beso me darás sabroso y blando.




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