Edición Española
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    Julián Romea

    A D. Ventura de la Vega

    Sevilla: Enero de 1861,

    Desde la fresca y encantada orilla
    del ancho Bétis, cuyas ondas claras
    besan el pié de la imperial Sevilla,

    Aunque desnudos de bellezas raras,
    hoy van mis versos, sin color ni aliño,
    á tí que cariñoso los amparas.

    Si á que los dicte el corazon me ciño,
    lo que de galas y sabor les falte
    les sobrará de fraternal cariño.

    No en ellos busques el calor que exalte,
    ni la profundidad del pensamiento,
    ni el alto timbre, ni el pulido esmalte.

    Busca, y le encontrarás, el sentimiento
    del alma cariñosa que te envío
    consuelo á darte y á inspirarte aliento.

    ¿Con que no sigues bien, Ventura mio?
    ¿Con que escondido en casa así te apocas
    de Guadarrama ante el aliento frio?

    Pues ¿por qué no te alejas de esas rocas,
    helado pedestal del rudo monte
    ceñido siempre de sus blancas tocas?

    Huye de Somosierra el horizonte:
    sus aires deja al pecho valeroso
    de broncíneo pulmon que los afronte.

    Vente á orillas del Bétis caudaloso,
    donde gozamos, los que aquí nos vemos,
    sus verdes campos y su cielo hermoso.

    A recibirte á Córdoba saldremos;
    y Florencio, y Sobrado, y todos, todos,
    con cariñoso afan te cuidarémos.

    Guarde Madrid sus invernales lodos,
    y del favor la cortesana palma
    al que la busca por distintos modos.

    Ven tú á buscar aquí la dulce calma;
    y te dará esta tierra de las flores
    salud al cuerpo y alimento al alma.

    Pasearás del dia á los albores;
    y cuando á espaldas de la verde loma
    contemples que cercado de esplendores

    El limpio sol de Andalucía asoma,
    respirarás las auras perfumadas
    del oliente azahar con el aroma.

    Mirarás, muellemente reclinadas
    del vecino collado en la ladera,
    las deslumbrantes casas blanqueadas.

    Admirarás del rio en la ribera
    pintados bosques de carmin y gualda
    que viven en eterna primavera;

    Y de la sierra hasta la oscura falda
    verás tenderse la feraz campiña
    desde el alto balcon de la Giralda.

    Y verás la ciudad cómo se aliña,
    cubierta siempre de su blanco manto,
    y de la torre en derredor se apiña.

    Verás la Caridad, hospital santo
    que Mañara fundó, como es notorio,
    despues de ser escandaloso espanto

    De España, y deshonor de su abolorio,
    sirviendo al reverendo Mercenario
    de original para su Juan Tenorio.

    Y en su bello, aunque humilde santuario,
    contemplarás del arte mil primores
    que te suspendan con encanto vario.

    Grandes obras de célebres pintores;
    ofrenda reverente del talento
    á los piés del Señor de los señores.

    Y otra mañana con que veas cuento
    la casa de Pilatos, que no es fea,
    y es ademas curioso monumento.

    Igual á la del Prócer de Judea,
    segun declaracion, de fé no escasa,
    desde el hondo cimiento á la azotea.

    Ó por el puente que á Triana pasa
    á Castilleja irémos, que está cerca,
    y allí de Hernan Cortés verás la casa.

    Sus rotas tapias y cegada alberca
    del noble Montpensier restauró el celo,
    y hoy crecen flores tras la humilde cerca.

    Pensarémos allí para consuelo
    que del buen capitan sobre la tumba
    nunca el olvido tenderá su velo;

    Ni hará que el nombre á su poder sucumba
    del vencedor de las indianas gentes
    en Tlascala, y en Mégico, y Otumba.

    Si al ver la ingratitud del hombre sientes
    el alma triste y de dolor opresa
    de ideas necesita diferentes,

    A la Cartuja irás, que el Bétis besa,
    y en artísticas formas barro inculto
    transformarse verás con gran sorpresa:

    Y encontrarás, en vez del monge oculto
    que el silencio de Bruno profesaba,
    de la caliente fábrica el tumulto.

    Lo que aquí hay de admirar nunca se acaba;
    mas si en el órden sigues mi consejo
    una cosa has de ver, que ya olvidaba:

    La casa secular del candilejo;
    que de Pedro primero nos recuerda
    un acto de justicia muy añejo:

    Pues, porque la memoria no se pierda,
    un busto notarás junto á la esquina
    cuya garganta real ciñe una cuerda.

    Verás la Biblioteca Colombina,
    á la cual volverás con gran frecuencia,
    pues lo curioso y raro allí se hacina:

    Y el libro sacarán á tu presencia
    donde Colon su intento soberano
    afirmó con los datos de la ciencia.

    Visitarémos el archivo indiano,
    del Escorial, por lo severo, copia,
    que de Herrera inmortal trazó la mano;

    Y entre los datos que abundante acopia,
    con el dolor que el corazon repliega,
    un memorial verás de mano propia

    Del autor del Quijote, en el que ruega
    que un empleo le den que su hambre aplaque,
    y el marginal decreto que lo niega.

    Oh! que la ingratitud crónico achaque
    es que en España todos padecemos,
    desde el alto señor al badulaque.

    A Itálica otro dia nos irémos:
    y columpiarse la amapola roja,
    y los viciosos cardos mirarémos,

    Y el verde musgo que el relente moja,
    sobre la hundida funeral grandeza
    de esos escombros que cantó Rioja.

    Ó la joya mayor de su riqueza,
    y que el pueblo andaluz estima en tanto
    como que en ella su rescate empieza,

    Santa reliquia, del alarbe espanto,
    verás la espada que ganó á Sevilla,
    regida un tiempo por Fernando el Santo.

    Es la verdad; no ha visto maravilla
    quien no vió esta ciudad, que rodeada
    de su esplendor á las demas humilla.

    Y no es mi admiracion apasionada:
    cede, Ventura, á las instancias mias
    y te devuelvo á nuestra edad pasada.

    Y espero despertar tus alegrías,
    sin que el fastidio mis intentos frustre,
    que el tiempo ha de faltarnos muchos dias;

    Pues de la madre patria en honra y lustre,
    donde quiera que aquí tiendas la vista
    la marca encontrarás de un nombre ilustre;

    Del talento andaluz una conquista,
    desde Lope de Rueda y Juan Malara,
    hasta los tiempos de Reinose y Lista.

    Sí, con razon su descendencia clara
    de altos ingenios y modernos Martes
    ostenta esta ciudad, si se repara

    Que por ellos, venciendo en todas partes,
    triple corona se ciñó galana
    en las armas, las letras, y las artes.

    Y si ser madre con razon la ufana
    de esos que, en honra suya y su decoro,
    llegar supieron á la gloria humana,

    Tambien nos muestra entre el celeste coro,
    circundado de glorias inmortales,
    el venerando nombre de Isidoro.

    Oh, ven, y alivio encontrarán tus males
    de la amistad dulcísima en el seno,
    y estimado serás en lo que vales.

    Tengo un amigo aquí, Juan José Bueno,
    digno en toda verdad de su apellido,
    de ingenio claro y de bondades lleno.

    Poeta y escritor esclarecido,
    y sabio sin soberbia y sin entono,
    es buscado por todos y querido.

    Con bellas formas y exquisito tono
    abre su casa todas las semanas,
    y las artes allí tienen su trono.

    En el talento y el saber hermanas
    juntas verás las negras cabelleras
    con las honrosas venerables canas;

    Y la mano darás á las primeras
    reputaciones del pais de Lista
    en aquellas artísticas esferas.

    Allí Don Jorge Diez, humanista,
    y del púlpito honor, y Sacerdote:
    y Carbonero y Sol, orientalista,

    Que á las musas tambien paga su escote:
    y Benisia, y Aldama el veterano;
    y Hernandez, y Campillo y Castellote.

    Nuestro marqués de Auñon, vate galano:
    Buhser, Canto, Latour, y Matta, y Rios,
    y Espino y De Gabriel, y Justiniano.

    Campos, y Sanchez, que con nobles bríos
    á la region artística su vuelo
    gallardos tienden con intentos pios,

    Prez y honor cada cual del patrio suelo,
    con armas ó cincel, pluma ó pinceles,
    su nombre eleva de la gloria al cielo.

    Tú, brillando entre todos como sueles,
    disfrutarás en pláticas sabrosas
    de la amistad las regaladas mieles.

    Y otras flores nos brinda deliciosas
    de las lides dramáticas la arena,
    tanto mas bellas cuanto mas costosas.

    Tu Hombre de mundo se pondrá en escena;
    y cuando el triunfo para tí recoja,
    porque la gente de entusiasmo llena

    Con clamores de júbilo le acoja,
    á merecer aspiraré contigo
    del ganado laurel la postrer hoja.

    Si al fin con todo aquesto te fatigo,
    que yo lo entienda por temor no evites:
    á dártele mayor tambien me obligo,

    Aunque mayor consuelo necesites,
    que olvidarás al hombre y sus miserias
    cuando la gran Basílica visites.

    Lleno allí te hallarás de ideas sérias,
    apartado del mundo y sus placeres,
    que á precio siempre del sosiego ferias.

    Yo, olvidando mis rudos padeceres,
    cuando á su santa sombra me contemplo
    solo pienso del hombre en los deberes.

    Y yo te mostraré, dándote ejemplo,
    que el corazon rezando se dilata
    bajo las altas bóvedas del templo.

    Verás allí de cincelada plata
    el alto Camarin donde se encierra
    de la Madre de Dios la imágen grata.

    Y á su piedad, que de la infanda guerra
    con los poderes del abismo extremos,
    dándola un Redentor, salvó á la tierra,

    Nuestra voz suplicante elevarémos,
    y con santa oracion y alma contrita
    juntos por nuestros hijos rezarémos.

    Y con bondad nos mirará infinita:
    que al ver que siempre que á sus piés llegamos,
    y que su santa intercesion bendita

    Entre Dios y los hombres colocamos,
    derrama el bien la Omnipotente diestra,
    no en vano al invocarla la llamamos
    «Vida, y dulzura, y esperanza nuestra.»




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