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    Luis de Góngora y Argote

    Ya besando unas manos cristalinas

    Ya besando unas manos cristalinas,
    ya anudándome a un blanco y liso cuello,
    ya esparciendo por él aquel cabello
    que Amor sacó entre el oro de sus minas,

    ya quebrando en aquellas perlas finas
    palabras dulces mil sin merecello,
    ya cogiendo de cada labio bello
    purpúreas rosas sin temor de espinas,

    estaba, ¡oh claro Sol invidïoso!,
    cuando tu luz, hiriéndome los ojos,
    mató mi gloria y acabó mi suerte.

    Si el cielo ya no es menos poderoso,
    por que no den los tuyos más enojos,
    rayos, como a tu hijo, te den muerte.




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