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    Manuel Reina

    La Perla

    Contemplaban tus ojos centelleantes
    la palma de cristal, la linfa
    pura del surtidor que vierte en la espesura,
    su polvo de zafiros y diamantes,

    cuando enferma, con pasos vacilantes,
    se acercó una mujer, todo tristura,
    y te pidió limosna con dulzura
    fijando en ti miradas suplicantes.

    La perla que en tu mano refulgía
    diste a aquella mujer pobre y doliente,
    que se alejó, llorando de alegría.

    Yo, entonces, conmovido y reverente,
    no te besé en los labios cual solía,
    ¡sino en la noble y luminosa frente!




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