Edición Española
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    Miguel Hernández Gilabert

    Primero de mayo de 1937

    No sé qué sepultada artillería
    dispara desde abajo los claveles,
    ni qué caballería
    cruza tronando y hace que huelan los laureles.

    Sementales corceles,
    toros emocionados,
    como una fundición de bronce y hierro,
    surgen tras una crin de todos lados,
    tras un rendido y pálido cencerro.

    Mayo los animales pone airados:
    la guerra más se aíra,
    y detrás de las armas los arados
    braman, hierven las flores, el sol gira.

    Hasta el cadáver secular delira.

    Los trabajos de mayo:
    escala su cenit la agricultura.

    Aparece la hoz igual que un rayo
    inacabable en una mano oscura.

    A pesar de la guerra delirante,
    no amordazan los picos sus canciones,
    y el rosal da su olor emocionante
    porque el rosal no teme a los cañones.

    Mayo es hoy más colérico y potente:
    lo alimenta la sangre derramada,
    la juventud que convirtió en torrente
    su ejecución de lumbre entrelazada.

    Deseo a España un mayo ejecutivo,
    vestido con la enterna plenitud de la era.
    El primer árbol es su abierto olivo
    y no va a ser su sangre la postrera.

    La España que hoy no se ara, se arará toda entera.




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