Edición Española
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    Adelardo López de Ayala

    A Emilia

    Cuando cantas en dulce melodía
    la Oración de la Virgen, me parece
    que otra vez el Arcángel aparece
    y se postra a las plantas de María.

    De aquel hondo misterio la alegría
    mi espíritu levanta y ennoblece;
    la niebla se disipa, y se esclarece
    la estrecha senda que al Empíreo guía.

    Hoy que tu pura voz ha enmudecido,
    entre el cielo y el mundo denso velo
    van poniendo las sombras del olvido...

    ¡Ay! Canta, Emilia, que escucharte anhelo,
    para mirar de nuevo establecido
    el contacto del mundo con el cielo.




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