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    Fernando de Herrera

    Mario en Cartago

    Del peligro del mar, del hierro abierto
    que vibró el fiero Cimbro, y espantado,
    huyó la airada voz, salió cansado
    de la infelice Birsa Mario al puerto.

    Viendo el estéril campo y el desierto
    sitio de aquel lugar infortunado,
    lloró con él su mal, y lastimado,
    rompió así en triste son el aire incierto:

    «En tus ruinas míseras contemplo
    ¡oh destruido muro! cuánto el cielo
    trueca, y de nuestra suerte el grande estrago.

    «¿Cuál más terrible caso, cual ejemplo
    mayor habrá, si puede ser consuelo
    a Mario en su dolor el de Cartago?»




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